¡Por favor! ni se te ocurra alejarte Señor! Sin tu fuerza estamos perdidos. Quedamos a merced de nuestras propias miserias y de las ajenas que nos dejan solos y débiles.
Por eso con el salmista pedimos tu fuerza y tu cercanía. Necesitamos sentirte, experimentar tu misericordia constantemente, hablarte, escucharte y sobre todo, caminar juntos, siempre, siempre, siempre.