«Es el momento de anunciarle al mundo que Jesús resucitó. Una de las formas es el Cirio, otra es el Pregón Pascual… En este día, en todos los templos, desde las basílicas más suntuosas hasta las capillas más sencillas, se lee este texto, se reza este texto, se proclama este texto, y no solamente tiene la grandeza del hoy, sino también de la historia, hace siglos grandes santos y santas del pueblo de Dios han rezado y celebrado con este himno».
Versión del Equipo Diocesano de Liturgia de San Isidro:
Alégrense en el cielo los ángeles que cantan.
Alégrense en la tierra los ministros de Dios.
Por la victoria grande del Todopoderoso
resuene la trompeta de la salvación.
Alégrense la tierra de golpe iluminada
por una luz tan pura como jamás brilló.
La oscuridad vencida ya no sirve de nada.
La piedra se ha corrido, la luz resucitó.
¡Alégrense de corazón! ¡Alégrense! ¡Jesús resucitó!
¡Alégrense de corazón! ¡Alégrense! ¡Jesús resucitó!
El Señor esté con ustedes.
Con tu espíritu también.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Y demos gracias al Señor nuestro Dios.
Es justo y necesario.
Realmente es justo y necesario
que alabemos con toda la voz,
al Dios invisible, Padre todopoderoso
y a su único Hijo, nuestro Señor Jesús.
¡Alégrense de corazón! ¡Alégrense! ¡Jesús resucitó!
¡Alégrense de corazón! ¡Alégrense! ¡Jesús resucitó!
El pagó la deuda de nuestra propia culpa
por siempre mantenida desde el tiempo de Adán.
Y con su propia sangre derramada inocente,
borró nuestra sentencia por el primer error.
Estas son las fiestas y es esta nuestra Pascua
en la que inmolamos al Cordero de Dios.
Que pinten con su sangre las puertas de los fieles
pues sólo por la sangre viene la salvación.
¡Alégrense de corazón! ¡Alégrense! ¡Jesús resucitó!
¡Alégrense de corazón! ¡Alégrense! ¡Jesús resucitó!
Esta es la noche en que antiguamente
rescataste de Egipto al pueblo de Israel,
abriendo en el Mar Rojo un camino seguro
dejando derrotado al Faraón aquel.
Esta es la noche que devuelve la gracia,
lo humano y lo divino en franca comunión.
Bendita sea la culpa de Adán y su pecado
que mereció tan noble y tan grande Redentor.
¡Alégrense de corazón! ¡Alégrense! ¡Jesús resucitó!
¡Alégrense de corazón! ¡Alégrense! ¡Jesús resucitó!
El cirio consagrado que hicieron las abejas
que lo encuentre encendido el lucero matinal;
que arda eternamente como señal que Cristo
reina por los siglos de los siglos,
Reina por los siglos de los siglos.
Amén.