Misionera de la casa común
¡María, sencilla brisa de amanecer!
Hija predilecta del Padre,
misionera de la casa común,
enséñanos a escuchar
el canto de los ríos,
el silencio de las montañas,
el gozo de los árboles,
el clamor de los océanos,
el susurro del aire,
el grito de los pobres.
¡María bella luz de atardecer!
Templo del Espíritu Santo,
misionera de la casa común
ayúdanos a comprender
la esperanza de las semillas,
la alegría de las flores,
la paz de las selvas,
la serenidad de las llanuras,
la libertad de los manantiales,
la fraternidad universal.
¡María, melodía purísima de la creación!
Madre del Salvador,
misionera de la casa común,
reaviva nuestra conciencia
para curar el planeta
y caminar reconciliados,
servir a la vida
y al desarrollo sostenible,
a la economía solidaria
y a la amistad social.
Amén