Cuando llegó a Luján, tomó un mapa y marcó el territorio que integraba la parroquia del Sagrado Corazón. No sólo el centro de la ciudad, pero también los barrios donde no se conocía el asfalto ni tantos otros servicios. El padre Zaccardi preguntó a los vecinos del consejo parroquial «¿Alguno sabe cómo viven del otro lado de la ruta 7?». Sólo encontró miradas incrédulas.
Pintó, en uno de los muros del templo, la frase «Mi vecino es mi hermano», y desde entonces no se cansó de repetirla. Incluso mandó imprimir una hojita titulada «Carta a los Cristianos», repartida mensualmente, donde insistía en esa línea, mediante dibujos y mensajes que construían comunidad.
Con paciencia y humor, Cacho Zaccardi fue limando las sospechas que había de un lado y del otro, entre aquellos más pobres y los que tenían una situación económica favorable. El Reino es una sociedad de hermanos, que se reconocen hijos de Dios. En él, las diferencias son ridículas.