Cacho cruzó la ruta 7. Fue, literal, desde el Corazón de Jesús al corazón de los vecinos.
Aquel encuentro llevó a la organización en sociedades de fomento, donde les enseñó a trabajar, gestionar y aunar esfuerzos. Les dió responsabilidades.
Cacho creía en ellos. Por eso, cuando el obispo visitó aquel barrio y buscó desalentarlo diciendo «¿Vos pensás hacer una parroquia en el fin del mundo?», el padre Zaccardi le respondió «Cuando terminen de construir la autopista, el templo se verá desde allá».
Cierto día, los vecinos protagonizaron un corte sobre el Acceso Oeste. Un niño había muerto atropellado, por falta de señalización. Cacho los acompañó y dió la cara por ellos ante la policía. Eso culminó, esfuerzos mediante, en la construcción del puente sobre calle Libertad.
El jardín de infantes, comedores, escuelas de fútbol, luminarias y asfalto, capillas, etc… Las obras se multiplicaban, impulsadas por el saberse hijos amados de Dios. Zaccardi los empoderó, porque les hizo ver que eran notados por Él.