Este hombre pone toda su esperanza en Jesús. No exige, no reclama; simplemente confía. Se anima a romper las normas y se acerca con humildad, diciendo solo: «Si quieres». Jesús, también rompiendo con lo establecido, extiende la mano y lo toca… ¡El puro toca al impuro y lo purifica! Justo lo contrario de lo que todos pensaban. Jesús no solo sana su piel, también toca su corazón. Lo libera por completo.
Una sociedad que no reconoce el pecado ni el daño que causa, no puede pedir perdón ni vivir una verdadera transformación.
Aun así, Jesús sigue caminando a nuestro lado, día tras día, esperando escuchar de nuestros labios esas mismas palabras llenas de humildad: «Señor, si quieres…». Y Él quiere. Quiere sanar el cuerpo y el alma. Desde lo más profundo del corazón humano hasta el corazón del mundo, Jesús desea aliviar el sufrimiento y regalarnos una vida nueva.