Esto es mi cuerpo… es mi sangre” “hagan esto en memoria mía” no significa tan sólo “repitan mecánicamente una y otra vez esta celebración como una fórmula mágica a través de la cual Dios se va a hacer presente”, sino “hagan el mismo gesto de entrega que yo hice al entregarme realmente y no sólo simbólicamente”. “Hagan esto…” es un grito que reclama pasar de la eucaristía simbólica a la eucaristía real, del amor simbólico y declamado al amor con rostros, nombres y apellidos, historias, lágrimas y frustraciones, luchas y esperanzas. No sólo hace válida nuestra eucaristía el cumplimiento fiel de los cánones y rúbricas, sino el amor encarnado por sobre todas las cosas hecho gesto.
Cuando comulgamos con un amor atento a las necesidades de los que más sufren, comulgamos infaliblemente a Cristo, que se escondió en ellos y se identificó con ellos: “todo lo que hagan al más pequeño de mis hermanos lo hacen conmigo”.