Para Jesús, el camino de la cruz no se trata solo de “sufrir”, sino de “servir”. Esta es la regla fundamental de la nueva comunidad de discípulos.
La autoridad en el Reino de Dios no se ejerce como lo hacen “los jefes de los pueblos”, quienes “los tiranizan y los oprimen”.
Los cristianos debemos entender la autoridad como servicio y entrega por los demás: “el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”. Esto exige renuncia, esfuerzo y sacrificio.
El mundo nos invita a huir del dolor y el sufrimiento, pero los que queremos seguir a Jesús debemos aceptar su evangelio con la cruz y la “subida” a Jerusalén, en todas sus dimensiones.
La propuesta de la cruz no se basa en el masoquismo, sino en la construcción de un mundo nuevo, que inevitablemente implica trabajo, lucha, incomprensión y persecución.
Buscar los últimos lugares para ser servidor de todos solo tiene sentido desde la perspectiva y el ejemplo de Jesús, quien, dando su vida, abrió paso a una nueva realidad de vida entre los hombres.