La fuerza del deseo de unirse y ser uno, dejando atrás familiares para formar una nueva, refleja el deseo más profundo de amor, que es amar para siempre. En un contexto donde el divorcio era común y la dignidad de la mujer estaba en juego, la respuesta de Jesús marca una diferencia clave: la ley del Deuteronomio no es un mandato, sino un permiso debido a la dureza de corazón del pueblo. Sin embargo, la ley fundamental del matrimonio permanece.
También se destaca la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en el matrimonio. El Evangelio va más allá de la mera legalidad, presentando la ley del amor, que supera cualquier medida humana. En nuestra sociedad actual, marcada por el consumismo y la satisfacción inmediata, hemos perdido la confianza en la fidelidad duradera y la entrega total en el amor. Necesitamos recuperar la capacidad de comprometernos por toda la vida en un amor auténtico y estable, una entrega sin condiciones que refleje la gracia de Dios.