Las fuertes imágenes que utiliza el Maestro pretenden enfatizar la gravedad de ciertas situaciones y la necesidad de tomar medidas drásticas para alejarse del pecado y abrazar la vida plena. No se trata de una invitación a la automutilación, sino a una extirpación simbólica de todo aquello que nos aleja del camino de Dios y nos impide vivir en coherencia con sus valores.
Cortar estas ataduras no significa una mutilación física, sino una transformación profunda del corazón y la mente. Requiere una conversión radical que nos lleve a extirpar todo aquello que nos aleja de Dios y del prójimo.