La preocupación de Jesús es verdaderamente universal, pues busca el bien de toda la humanidad, no solo el de un pequeño grupo de seguidores. Hacer el bien a los demás es más importante que cualquier protagonismo personal o grupal.
Frente a la estrechez de miras de los discípulos, el Señor abre un horizonte mucho más amplio. Afirma que “el que no está contra nosotros, está con nosotros”. En contraposición al espíritu sectario de Juan, Jesús invita a sus discípulos a confiar en el Espíritu Santo, que actúa con total libertad y apertura.
La verdad y el bien no son patrimonio exclusivo de unos pocos, sino de todos aquellos que se abren a Dios y permiten que su gracia los toque. Los criterios humanos tienden a estandarizarlo todo, mientras que Jesús abre de par en par, para todos, el mensaje de salvación.