El cristiano, siendo “un hombre” como cualquier otro, también es un “consagrado”. Vive en el mundo sin renegar de él, pero con la responsabilidad de mantener su identidad y valores cristianos. Jesús desea que sus discípulos vivan unidos, llenos de alegría y madurando en la verdad.
Se nos invita a abandonar la mentalidad del mundo y adoptar la de Cristo. Esto implica rechazar las “bienaventuranzas” del mundo y abrazar las enseñanzas de Jesús.
Jesús nos llama a consagrarnos en la verdad, una verdad que Él mismo ha conquistado para nosotros, y los discípulos responderán a este llamado testimoniando y comunicando la vida de Jesús frente a la mentira, la codicia y la maldad que corrompen el mundo y lo convierten en un lugar inhumano e injusto.