La unión entre Jesús y sus discípulos no es una simple asociación, sino una conexión vital. Así como un sarmiento separado de la vid se seca y muere, un discípulo alejado de Jesús no puede dar fruto.
Esta unión se fortalece a través de la oración, la lectura de la Palabra de Dios, la Eucaristía y el compromiso con los demás. Al permanecer unidos a Jesús, recibimos su vida, su forma de pensar y actuar, y la capacidad de producir frutos de bondad, amor y servicio.