El Adviento nos coloca también a nosotros frente a esta pregunta. Nos invita a revisar nuestras imágenes de Dios, a purificar nuestras expectativas, a dejarnos convertir. Crecer en la fe no es acumular certezas, sino aprender a confiar en medio de la noche. Renovar la esperanza es permitir que Dios actúe como Él quiere, no como nosotros lo imaginamos.
Pero esta experiencia no puede quedar encerrada en lo íntimo. El que ha encontrado a Cristo, aunque sea en la oscuridad, se vuelve testigo. El que ha sido tocado por su misericordia se convierte, sin darse cuenta, en anuncio para otros. Cada gesto de amor, cada palabra de consuelo, cada servicio silencioso acerca el Reino al mundo



