No hay una salvación fácil ni difícil: la medida es la de nuestra propia vida, vivida con sinceridad. La salvación no es curiosidad, sino compromiso. Es puerta estrecha, sí, pero es la única verdadera.
La fe es don de Dios, pero también requiere esfuerzo humano. Todo aquel que lucha por vivir según el Evangelio, todo el que se mide con la radicalidad del Sermón de la Montaña, ésos son los que entrarán por la puerta estrecha.
Esa puerta no conduce a un recinto cerrado, sino a una casa abierta donde caben todos, cualquiera sea su origen. Jesús sorprende una vez más: quienes se creían con entrada asegurada se verán desplazados, y los despreciados ocuparán sus lugares, porque Dios no se rige por las categorías humanas.