La multiplicación de los panes no es solo un milagro, es un programa para la comunidad cristiana. Es una llamada a la compasión activa. Jesús no se queda en el consuelo piadoso, sino que interpela: “Denles de comer ustedes”. La Iglesia está llamada a hacer lo mismo.
El pan que se reparte debe ser doble, porque también es doble el hambre que sufre la humanidad: hambre de pan y hambre de sentido. Por eso, partir el pan significa tanto compartir el Pan Eucarístico, como también el pan cotidiano: educación, salud, trabajo, justicia, dignidad, y cercanía con los pobres. No se puede anunciar el Evangelio sin partir el pan de la vida diaria.