En esa escena donde Jesús muestra el corazón de Dios: su misericordia es abundante y alcanza a todos. En lugar de quedarse en la observancia exterior de normas, Jesús pone en el centro la compasión. Muestra que Dios tiene una preferencia especial por quienes están relegados por las estructuras religiosas de ese tiempo.
Al acercarse a los pecadores, Jesús también denuncia la falsa justicia de quienes se creen buenos y se sienten superiores. El problema no es ser pecador, sino no reconocerlo.
Los caminos de Dios no son como los nuestros. Su modo de elegir y amar es distinto. Su juicio sobre las personas y sus actos es muy diferente al nuestro.
El Reino es un regalo, una invitación amorosa, no una recompensa. Jesús no es un premio por buena conducta: es el médico de los enfermos, el perdón para los que se saben pecadores, la gracia que levanta y transforma.