Los demonios no tienen poder real frente a Jesús. Basta su palabra para vencerlos. Solo el poder de Dios es verdadero y más fuerte que cualquier otro poder.
Dios nos ama como un Padre. Pero su acción en nosotros llega hasta donde nosotros lo dejamos actuar. Nuestra libertad puede abrirle el corazón… o cerrárselo.
Los habitantes del lugar, al ver lo que pasó, reaccionan con miedo y rechazo. Prefieren perder a Jesús antes que poner en riesgo su tranquilidad o sus intereses. Así es el corazón humano cuando se encierra en lo suyo.