Hay ideales que valen más que todo lo que el mundo puede ofrecer. Hay causas que merecen nuestra vida entera. Seguir a Jesús es una de ellas. Por eso, el llamado es ahora, no para después. Él nos convoca a formar parte de una nueva familia, no unida por la sangre, sino por la comunión en un mismo proyecto y en una misma misión: anunciar el Reino de Dios.
Como verdaderos discípulos, busquemos al Hijo del Hombre que no tiene dónde reclinar la cabeza. Y siguiéndolo, aprendamos a descubrir el verdadero valor de las cosas. Solo entonces podremos usarlas con libertad, poniéndolas al servicio del Evangelio.