Jesús quiere que sus discípulos formen una comunidad distinta. Una comunidad donde no se busque quedar bien, ni acumular poder, ni ganar prestigio. Lo importante es vivir con sencillez, con honestidad y con un amor verdadero. Porque las obras no sirven si las hacemos solo para aparentar.
La justicia y la caridad no son opcionales, son un compromiso. La limosna no es para mostrarla, sino para compartir con sencillez lo que tenemos con quienes lo necesitan. Esa es la plenitud de la ley: hacer el bien con el corazón en Dios, buscando el bien del otro, sin esperar aplausos.
Cuando nuestras acciones nacen de la compasión, de la alegría y de un corazón simple, cuando hacemos el bien solo por amor, entonces estamos actuando como verdaderos hijos del Padre. Y vivimos como si realmente fuéramos parte de su casa.