En una cultura que sigue generando muerte y violencia, Jesús nos invita a hacer “cosas mayores”. Y esas cosas mayores empiezan por lo pequeño: cuidar nuestras actitudes interiores. Evitar el odio, la mentira, la discriminación, el desprestigio. Solo así podremos reconstruir relaciones sanas, fraternas y justas, desde el Evangelio.
Esto solo es posible si hay un gran amor. Como dice san Pablo: «No matarás, no robarás, no codiciarás… todos estos mandamientos se resumen en uno solo: Amarás a tu prójimo como a ti mismo». La caridad es la plenitud de la ley. Es el camino más verdadero para agradar a Dios.
Ser discípulo del Reino es vivir cada día con gestos de paz: tratar bien a todos, callar cuando es mejor no hablar, animar al que está caído, saludar al que nos ignora, saber perdonar. Esas pequeñas actitudes construyen el Reino. Así somos sal de la tierra y luz del mundo, como nos enseñan las bienaventuranzas.