Así como María dio a luz a Cristo, que es la Cabeza de la Iglesia, la Iglesia da a luz constantemente a los hijos que forman su Cuerpo. Engendra nuevos hijos a través de la predicación de la Palabra y de la celebración de los sacramentos.
María concibió y dio a luz por obra del Espíritu Santo. De la misma manera, la Iglesia también concibe y da a luz por la acción del Espíritu. María dio a luz para una nueva creación, y la Iglesia da a luz a los hombres y mujeres nuevos, transformados por la gracia.
Los nacimientos de la Iglesia reflejan y prolongan el parto de María. En cierto modo, lo completan, dándole su pleno sentido. Por eso, el nacimiento de Jesús por María y los nacimientos que realiza la Iglesia forman una unidad inseparable.