Es el mismo Espíritu que continúa hoy la obra de Jesús: no se trata de admirar a alguien del pasado, sino de dejarnos habitar por su misma vida.
El Espíritu abre nuestra mente para comprender mejor a Jesús, para entender sus palabras y mirar el mundo como Él lo hace.
Su unción nos hace parecidos a Jesús y nos hace parte de su misión: llevar buena noticia a los pobres, libertad a los que están oprimidos, luz a los que no ven, esperanza a los que sufren. Es el Espíritu quien anima a la Iglesia, la pone en movimiento, le da palabras y le abre caminos. El mismo que habla a través nuestro es el que toca el corazón del que escucha, más allá del idioma o la cultura.