El Espíritu Santo es el Maestro interior que habita en todo creyente. Es quien nos ayuda a discernir los caminos de Dios, quien nos muestra lo que ha de venir, quien interpreta la historia como un diálogo vivo entre el mundo y el proyecto de Dios. Así, va guiando a los discípulos en su misión, siempre en favor de la vida y la dignidad del ser humano.
Pero esta comprensión no nace solo del estudio o del razonamiento. Solo el amor permite penetrar el mensaje de Jesús, afinar la mirada, y ver la historia con los ojos de Dios. Solo desde el amor podemos conocer lo más profundo del ser humano, descubrir su vocación, su sentido, su plenitud. Solo desde el amor, las palabras de Jesús se graban en nuestro corazón y se transforman en criterios, valores y decisiones concretas.