Jesús los llamó amigos porque les dio a conocer todo lo que aprendió de su Padre. El amor de amistad es una respuesta fiel a esa confianza que Él nos ofrece. Es un amor que se demuestra con hechos, en la entrega diaria, porque “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Y dar la vida no es solo morir, sino vivir para que otros sean felices, desgastándose por ellos.
Uno de los frutos de la Pascua es precisamente ese amor fraterno. Un amor que va más allá de los lazos de sangre, de la cultura o del grupo al que se pertenece. Es un amor abierto a todos, especialmente a los más sufrientes y humillados, para que puedan sentir la amistad de Jesús.