Los que son de Jesús escuchan su voz, le dan su adhesión y se comprometen a vivir como Él, entregándose sin reservas al servicio de la vida. Jesús promete a los suyos el don del Espíritu, que es vida plena, una vida que vence incluso a la muerte. Él es el Buen Pastor que conoce a cada uno por su nombre, y está dispuesto a dar la vida por sus ovejas para que ninguna se pierda.
Sin embargo, no todos quieren creer. La fe en Jesús es decisiva: es lo que da acceso a la vida eterna. Si alguien se pierde, no es por falta de cuidado de Dios, sino por su propia decisión de cerrarse a la luz. Jesús es el rostro visible de Dios que se acerca a la humanidad, y en sus obras se hace palpable el amor del Padre. A través de Él, y por Él, Dios viene a habitar en nosotros.
Estar en las manos de Jesús es estar en las manos del Padre. Escuchar su voz y seguirlo es dejarse conducir por Dios mismo. Esta es la gran novedad del Evangelio.