En el mundo actual, Jesús sigue siendo un signo de contradicción. Su lenguaje y su propuesta resultan difíciles de asumir si queremos vivir con coherencia lo que significa creer en Él. Si bien su presencia nos anima, consuela y nos llena de esperanza, también es exigente. Su estilo de vida muchas veces entra en tensión con los gustos, valores y tendencias del mundo en que vivimos.
Creer en Jesús —y en concreto, comulgar con Él en la Eucaristía— implica también comulgar con su estilo de vida, hacernos cargo de su misión y abrirnos a la acción del Espíritu. Sin ese don, nada de esto sería posible.