Jesús tiene una pedagogía admirable. Parte de lo humano, de lo cotidiano, para llevar a la gente hacia la fe. Buscar a Jesús por el pan que multiplica puede ser un primer paso. Y eso, para un pueblo sencillo, trabajador, oprimido por una Ley pesada, gobernado por líderes legalistas y por un imperio exigente, significaba esperar un Mesías político que los liberara.
Pero Jesús propone algo mucho más profundo: una transformación interior, un cambio de valores. Creer en Dios y en su enviado no es esperar que todo se solucione desde afuera, sino asumir la vida con responsabilidad, en comunidad, comprometiéndose a transformar la realidad desde el cambio personal y el amor fraterno.
Como la gente de Cafarnaún, que busca y no encuentra respuestas al sentido de la vida, también el hombre de hoy —aunque a veces no lo sepa— busca felicidad, seguridad, verdad, y una vida con sentido. Y así como lo hizo Jesús, nosotros también estamos llamados a ayudar a nuestros hermanos a descubrir que Él es la respuesta de Dios a nuestros deseos más profundos.