Entramos en la Semana Santa, seis días antes de la Pascua en la cena En Betania. Comienza la cuenta regresiva para la muerte de Jesús. Estamos con Él en el lugar “donde estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los muertos”.
María tomando la iniciativa, le rinde el homenaje de su cariño: lo unge con perfume de nardo puro, importado, y en abundante cantidad. Su costo —trescientos denarios. El amor agradecido de María es un amor que se desborda completamente.
Pero también descubrimos que, en este camino, no todo es amor. En el mismo lugar está Judas Iscariote, que reacciona negativamente frente al gesto desbordante de generosidad de María de Betania. El reproche que hace refleja su incapacidad de ver más allá. Sus motivaciones ocultas e inconfesadas están marcadas por sus propios intereses.
Frente a la fuerza de la amistad, se revelan también la mezquindad, la superficialidad y la maldad que habitan en el corazón del hombre.
Este es el pecado: no querer dejarse interpelar, ni llamar, ni transformar por el lenguaje del amor de Jesús.