La fe no es un escudo que nos impide sentir el dolor, ni una anestesia que nos distrae del sufrimiento del mundo. La fe es una luz que nos permite ver más allá, que nos muestra la fuerza de un amor que se entregó entero por nosotros, y que nos impulsa a seguir actuando con ese mismo amor.
Cuando hacemos el bien, cuando ayudamos, cuando construimos justicia, cuando defendemos la dignidad de los otros, estamos haciendo obras que hablan de un Dios que ama a la humanidad y quiere su felicidad. Y en ese camino, el Señor camina con nosotros. Vivir así nos une a su Pasión y también a su Resurrección. Porque con cada gesto de amor, con cada obra buena, vamos escribiendo juntos la historia de la Salvación.



