Tener vida eterna es saber que nuestro destino se cumple al estar con Dios. En Él, nuestros sueños, ilusiones y luchas alcanzan su perfección. En Él, superamos nuestros males y limitaciones. Desde Abraham hasta nosotros, todos nos gozamos en el día de Cristo, el día de nuestra salvación, que celebramos en cada Pascua.
Si nuestra fe en Cristo es profunda, si no solo sabemos de Él, sino que confiamos en Él y lo aceptamos como el centro de nuestra vida; si somos fieles como Abraham, dispuestos a salir de nosotros mismos para estar en comunión con Cristo, tendremos vida y vida eterna. Quien guarda la Palabra de Jesús con fe y la pone en práctica en su vida, no verá la muerte jamás.