El Evangelio, recordando esa imagen de la serpiente elevada por Moisés, nos presenta a Cristo en la cruz como Aquel que nos cura y nos salva, cuando volvemos nuestra mirada hacia Él.
Levantar la mirada al Crucificado es signo de un corazón arrepentido, que busca volver a Dios por el camino de la fe, del dolor, del perdón y del cambio de vida. Es el camino hacia una vida nueva, marcada por el amor.
Jesús, muriendo en la cruz, se convierte para nosotros en fuente de gracia y salvación. Su cruz no es solo muerte, injusticia o dolor; es el comienzo de la Pascua, el paso a una vida nueva. En Él, todos podemos renacer como personas nuevas, como verdaderos hijos e hijas de Dios.