Jesús reconoce el mal cometido por la mujer, pero elige la misericordia antes que el castigo. La declara culpable, pero la perdona; condena el pecado, pero invita a la mujer a comenzar de nuevo. El final del relato rompe todos los esquemas: los que se creían justos se retiran en silencio, y la pecadora se pone de pie para iniciar un camino nuevo, libre del peso de la ley y del pecado. No hay duda de que algo nuevo está naciendo.
La forma en que actúa Jesús, dejando de lado la justicia fría de la Ley, es una invitación a reconocer nuestro propio pecado y a superar los límites de la justicia humana, para encontrar la salvación en la misericordia de Dios. Él no vino a juzgar, sino a salvar. Y espera que aceptemos ese nuevo camino: el de la comprensión hacia las faltas del otro, la sinceridad que reconoce en nosotros mismos los errores que criticamos en los demás, y el perdón generoso que Dios ofrece a todos.
ORANDO CON LA PALABRA
