Este juicio no es solo en el futuro; ya está en marcha. La manera en que respondemos a Jesús nos separa: quienes lo aceptan están con Dios, y quienes lo rechazan están contra Dios. Jesús es el criterio para discernir entre el bien y el mal, porque Él es la expresión completa del proyecto de Dios, que está basado en el amor, la fe, la palabra y la vida.
La relación íntima entre el Padre y el Hijo se extiende a nosotros cuando escuchamos y obedecemos la Palabra de Jesús. Aquellos que creen en Él y lo aceptan como el enviado de Dios tienen vida. Los que no lo hacen se excluyen de este regalo de vida. A través de Jesús, Dios nos ofrece no solo un regalo, sino también un juicio.
A quienes creen y siguen la Palabra de Jesús, Dios les da el poder de convertirse en hijos de Dios, pasando de la muerte a la vida eterna. En el último día, no se encontrarán con un juez, sino con el Padre que los espera con amor, porque Él reconocerá en ellos el rostro de su Hijo, quien ha venido a ser nuestro hermano, mediador y salvador.