Jesús resume los mandamientos en dos: amar a Dios y amar al prójimo. Estos están inseparablemente unidos, y la medida del amor al prójimo es “como a ti mismo”. Esto significa que el amor a Dios se hace real en el trato con los demás, y que amar a Dios solo es posible amando al prójimo.
Al unir a Dios con el ser humano, Jesús va más allá de una ley deshumanizada y nos lleva a lo esencial: el crecimiento y la plenitud del ser humano. La gloria de Dios y su mayor mandamiento se centran en la importancia del ser humano.




