El mensaje de Jesús va más allá de lo que consideramos razonable. Para Dios, lo que nos parece imposible es una verdad fundamental: su amor y su perdón no tienen límites. Y si hemos experimentado esa misericordia, estamos llamados a vivirla con los demás.
El centro de la enseñanza de esta parábola es la misericordia, que define el actuar de Dios y que solo podemos conservar si la convertimos en un estilo de vida. Compartir con otros el perdón que recibimos nos abre el corazón a Dios, la verdadera fuente del perdón.
Jesús nos recuerda una y otra vez que el Reino de Dios no sigue la lógica humana. Perdonar y ser compasivos no es solo una opción, sino una necesidad y un deber, como respuesta agradecida a la misericordia de Dios.