Muchas veces nos preguntamos por qué hay sufrimiento e injusticia. Algunos incluso culpan a Dios. Pero Jesús deja claro que el mal no es un castigo divino. Todos necesitamos la salvación de Dios.
El problema más grande no está afuera, sino dentro de cada uno. Por eso, Jesús nos invita a cambiar el corazón.
Existe un dicho: “Renovarse es vivir”. Jesús lo dice aún más fuerte: “Convertirse o morir”. No es una amenaza, es una realidad. Si no cambiamos, nos apagamos, igual que si dejamos de comer o respirar.
Si el corazón del hombre cambia, todo cambia: la sociedad, la convivencia e incluso nuestra relación con la naturaleza. Como decía Erich Fromm: “La supervivencia de la humanidad no depende del clima, sino de un cambio del corazón humano”.