Luego, Jesús les enseña el valor del servicio, que dignifica a cada persona. Su propuesta es clara: atender especialmente a los más pobres, a los marginados, a quienes no tienen privilegios ni pueden ofrecer nada a cambio. En su comunidad, el más grande debe ser el servidor de todos, como Él mismo, que no vino a ser servido, sino a servir y dar su vida por los demás.
Vivir con integridad es un anhelo profundo del ser humano. Nadie quiere vivir conscientemente en la incongruencia. Sin embargo, cuando miramos nuestro interior con sinceridad, a menudo nos desilusionamos de nosotros mismos. Ahí es donde la Cuaresma se convierte en un camino de recomposición, un proceso de integración para alinear nuestra vida con lo que Jesús nos enseña, incluso cuando nos parezca difícil o contrario a nuestros intereses personales.




