Jesús nos invita a pedir, buscar y llamar. La oración no es solo un acto, sino una necesidad para quien cree. Para ser escuchada, debe brotar de un corazón realmente necesitado. Quien pide sin sentirlo, difícilmente será escuchado. Quien busca sin urgencia, difícilmente encontrará.
Cuando nos cuesta amar sin esperar nada a cambio, entregarnos sin buscar recompensa o perdonar sin límites, podemos confiar en que Dios, nuestro Padre, es misericordioso y nos dará lo que necesitamos. Orar es insistir sin cansarnos, hasta que la oración deje de ser algo ocasional y se convierta en nuestra manera de estar ante Dios.