El camino hacia la santidad pasa necesariamente por participar en el proyecto de humanización que Dios nos propone: entregar la vida por los hermanos, especialmente por los más necesitados. Este camino empieza hoy, entrando en comunión con Cristo en el empobrecido, el hambriento, el sediento, el enfermo, el encarcelado, el inmigrante, atendiéndolo cada vez que sea necesario y evitando toda injusticia.
La Cuaresma, que a veces se percibe como un tiempo de penitencia y dolor, en realidad es todo lo contrario. Es un camino positivo de crecimiento. No se trata solo de evitar el mal, sino de comprometerse desde el amor en la construcción de una historia viva, fundamentada en el amor derramado en nuestros corazones, que nos une en comunión de vida y misión con el único Santo.