En el camino de la fe, Jesús vence la tentación más grande: la de confiar más en los medios humanos que en Dios. La de querer construir el Reino con pura estrategia y fuerza humana, dejando de lado la lógica del Evangelio.
Las tentaciones de Jesús son también las de la Iglesia y de cada cristiano: usar a Dios para defender intereses propios, creer que el Reino se construye mejor desde el poder, la riqueza y el prestigio social. En definitiva, confiar más en la lógica del mundo que en la fuerza del Evangelio.
La conversión es un desafío constante. Seguir a Jesús implica un reajuste permanente, una transformación diaria. Nos exige aprender a ubicarnos en nuestro lugar y ayudar a que los demás y las cosas ocupen el suyo.