La felicidad de quien se entrega a los demás muchas veces pasa por la cruz y la persecución. Una cruz que estaba en el corazón del proyecto mesiánico de Jesús y que Él cargó primero. La Pascua salvadora se alcanza a través del vía crucis del Viernes Santo. Amar supone sacrificio, esfuerzo y lucha, pero vale la pena.
La pobreza por el Evangelio no se trata solo de renunciar a los bienes materiales ni de darles únicamente un fin social. El mensaje de Jesús nos llama a replantear y organizar toda la vida según los valores del Reino.
Para Jesús, romper con el viejo modo de vivir marcado por el egoísmo y la seguridad que da la acumulación significa dar paso a la donación, al compartir los bienes en solidaridad y comunión. Y concluye con una enseñanza clara: no se puede pertenecer al Reino manteniendo criterios de protagonismo o superioridad basados en el poder y la riqueza.