La oración no es solo pedir cosas, sino entrar en sintonía con Dios. A través de ella, aprendemos a ver con su mirada, a descubrir el sentido profundo de lo que vivimos y a confiar en que, aunque no entendamos todo, Él sigue obrando en nuestra vida.
Jesús no solo sana al hijo, sino que también transforma el corazón de su padre: de la angustia y la desesperanza, lo lleva a la fe y a la confianza. Así también Dios actúa en nosotros, enseñándonos a mirar más allá de nuestras limitaciones y a confiar en que su amor tiene siempre la última Palabra.