Negarse a uno mismo, cargar con la cruz, perder la vida… No se trata de sufrir por sufrir ni de renunciar por masoquismo, sino de hacerlo por amor, coherencia y solidaridad con Cristo y con aquellos que queremos ayudar a salvar.
Cargar la cruz no es simplemente enfrentar las dificultades cotidianas ni resignarse ante lo difícil. La cruz que Jesús nos propone es la del compromiso con el Reino: un Reino de amor, justicia y auténtica libertad, vivido en medio de las contradicciones del mundo y del propio corazón. Es la cruz de la impotencia ante el dolor que no podemos cambiar, la cruz de compartir la suerte de los olvidados de la historia sin perder la esperanza.