Ver físicamente fue una gracia que Jesús concedió voluntaria y misericordiosamente. De la misma manera, conocer a Jesús como el “Hijo del Hombre crucificado y resucitado” es un don que viene del Padre. Los discípulos irán madurando y viendo con nuevos ojos el sentido de su Reino, pero lo harán de forma gradual y con la ayuda de Jesús.
Solo la cercanía con el Maestro nos da una visión plena del mundo, con toda la belleza con la que Dios lo creó. Así descubrimos sus huellas y llamados en la vida cotidiana, y podemos construir un proyecto de vida desde lo que somos y desde lo que Jesús nos invita a vivir.