Siempre ha existido la tentación de buscar señales espectaculares que dejen sin palabras a los incrédulos, sobre todo en tiempos de crisis de fe. Pero cuando faltan testimonios vivos, se recurre a lo extraordinario, alejándose del espíritu de los milagros de Jesús y acercándose más a la lógica del espectáculo y la propaganda.
Jesús se manifiesta de manera sencilla, en lo cotidiano, eligiendo lo débil para confundir a los poderosos. La fe en Dios no se compra ni se somete a pruebas humanas. Es un don, y los dones solo pueden recibirse con humildad y gratitud.