El mensaje de Jesús no es el amor a la pobreza, sino el amor a los pobres, a los que sufren, a los excluidos. El verdadero ideal no es el sufrimiento, sino el amor que se expresa al compartir, transformar lo que tenemos en un acto de fraternidad. La felicidad no debe buscarse a costa de la felicidad de los demás. La verdadera felicidad crece en el desarrollo de la libertad, la justicia y el amor, en un proceso continuo de lucha contra el egoísmo y de cambio interior.
No estamos solos ni podemos vivir de espaldas a los demás. El mensaje de Jesús es que debemos buscar nuestro propio desarrollo integral y el de todos los pueblos, desde la perspectiva del Reino de Dios. El Reino de Dios comienza cuando el corazón del hombre se hace vulnerable, se vacía de sí mismo y se llena del amor sincero de Dios. Y cuando esto sucede, se traduce en un estilo de vida que trae esperanza y paz para todos, comenzando por los que nos rodean.