Jesús aparta al sordomudo de la gente y, con un gesto profundamente humano, lo toca con sus dedos y su saliva. Luego mira al cielo antes de sanarlo, mostrando que es la omnipotencia divina la que obra el milagro.
Sus gestos, sencillos y cercanos, revalorizan la dignidad del cuerpo como instrumento de comunicación y salvación. La gracia de Dios se manifiesta a través de signos humildes. Para el sordomudo, esos gestos fueron una revelación de la ternura salvadora de Jesús. La curación provoca asombro en la gente de Sidón, que exclama: “Todo lo ha hecho bien”.
Somos un todo: lo que afecta al cuerpo también toca el espíritu, y viceversa. En Jesús se une la humanidad con la divinidad. Su cuerpo es un instrumento de salvación, siempre atento al dolor del otro. Ese cuerpo que se cansa, que siente hambre y dolor, que se conmueve, es el regalo visible de la bondad de Dios.También nuestro cuerpo, a través de sencillos y desinteresados gestos de amor es comunicado de la gracia de Dios.