El punto central del texto es la pequeña parábola en la que Jesús enseña que no son las cosas externas las que contaminan, sino nuestras propias decisiones y actitudes. Es el ser humano quien, con sus opciones, dice sí o no a Dios, haciéndose puro o impuro frente a su proyecto.
Jesús propone una moral del corazón, no solo de las acciones. Si una persona actúa sin conciencia, es porque su corazón está desordenado. Por eso, es necesario un esfuerzo constante de purificación. No se trata de hacer cosas solo con buenas intenciones, sino de actuar desde un corazón recto. La voluntad de Dios no es solo una norma escrita ni una repetición de costumbres, sino algo que debemos descubrir y vivir cada día.
El corazón purificado del que habla Jesús está lleno de fe y disponibilidad. Es ahí donde Dios se revela, no solo como un lugar donde se obedece una ley, sino como un espacio donde se capta su voluntad en medio de la vida cotidiana.