Somos un pueblo de labios impuros y necesitamos una purificación constante. Sin embargo, hemos recibido y aceptado la misión de seguir la tarea que Jesús encomendó a los apóstoles: ser pescadores de hombres.
Ser “pescador de hombres” significa, ante todo, vivir en medio del mar, símbolo de la vida con todas sus dificultades, incertidumbres y cambios. También representa a la humanidad en su diversidad de grupos, ideas y caminos. “Pescar hombres” no es una conquista, sino un contagio: dar testimonio de la verdad, del amor, de la vida del Padre, del Reino, de la transformación total de la sociedad. Sacar a alguien del mar es ayudarlo a salir del mal, rescatarlo de la falta de amor, de la mentira y de la injusticia, para que descubra a un Dios que ama sin medida.
La Iglesia está llamada a ser signo de liberación en nuestro mundo Se trata de una liberación integral, no solo espiritual, sino también de los muchos condicionamientos que degradan y oprimen al ser humano.